domingo, 3 de mayo de 2009

"El misterio de los otros"

El otro día me pareció que mi hijo tenía una mirada triste. Comía en silencio, sumergido dentro de sí mismo, atento sólo a sus pensamientos de trece años. Me dio miedo sospechar que le pudiera estar pasando algo malo, algo difícil que no se atreviera a contarme. Estiré mi mano hasta acariciar la suya. "¿En qué estás pensando?", le pregunté. Traté de no sonar preocupada. El parpadeó, y dijo con una sonrisa que no terminó de dibujarse del todo: "En un capítulo de Dragon Ball , cuando Gokú se convierte en mono".
Su respuesta me hizo pensar en un tema que cada vez me desconcierta más: ¿cuánto podemos conocer a los otros? ¿Cuántos de sus sentimientos más profundos alcanzamos a compartir? ¿Podemos afirmar alguna vez que en realidad conocemos a otra persona o, más bien, todo cuanto podemos hacer es conjeturar, intentar aproximarnos a su esencia? ¿A cuántos nos ha pasado que, después de años de dormir junto a alguien, una mañana nos despertamos con la impresión de que esa persona a nuestro lado es un extraño? ¿Un cuerpo nada más, un cuerpo cuyos pensamientos y afectos nos son desconocidos?
(...)
En Dragon Ball , Gokú es el bueno. Los malos son Freezer, Cell y Majin Boo. Al igual que en la mayoría de los cuentos infantiles, no queda duda acerca de cuál es el lugar que ocupa cada uno, el valor que encarna. Pero la vida, como la buena literatura, no es como Dragon Ball ni como la mayoría de las novelas chatarra. Lo maravilloso de autores de la talla de Philip Roth es que nos entregan personajes contradictorios, llenos de pliegues y circunvoluciones. Personajes que dudan, que se arrepienten, que tienen miedo. Personajes que no siempre reaccionan de la misma manera ante los mismos hechos y cuya maldad o bondad nunca es del todo incuestionable. Personajes, como nosotros, que no siempre dicen todo lo que piensan, o que dicen exactamente lo contrario de lo que están pensando.
Creo que muchos tenemos un anhelo de simplicidad. Un deseo casi infantil de entender y ordenar el mundo que nos rodea. ¡Sería tan cómodo saber que esto está bien y esto otro mal, que éste me quiere y éste no! El problema de esa idea es que peca de ingenua: las personas -como las sociedades- somos tremendamente complejas; rara vez actuamos movidas por una sola razón, rara vez somos unidimensionales, rara vez decimos toda la verdad.
Es probable que mi hijo realmente estuviera pensando en Gokú y su cola de mono mientras comíamos. Pero también es probable que me dijera eso para resguardar su privacidad. O para no preocuparme. O simplemente para hacerme reír. No tengo manera de saberlo. Por más que siempre ando buscando respuestas, creo que los otros nunca dejarán de ser un misterio para mí. Tampoco yo soy transparente ante mi propia mirada, ni estoy muy segura de por qué hago algunas de las cosas que hago. Tal vez aceptar estos misterios, no querer encajonarlos en compartimientos fáciles, sea reconocer la vida en su enorme complejidad y su desconcertante riqueza. Tal vez aceptar que ni nosotros ni los otros somos unívocos y unidireccionales, sino polifacéticos, complicados, contradictorios, de a ratos generosos y de a ratos mezquinos, sea uno de los rasgos de la adultez.
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"El misterio de los otros"
Por Mori Ponsowy
(Revista La Nación)
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nunca leo las notas de las revistas dominicales con detenimiento, simplemente paso las hojas observando las fotos y chusmeando algun que otro titular que atrapa mi atencion.
Este fue uno de esos...
ultimamente me pregunto si es posible terminar de conocer a alguien, si en realidad eso que creemos conocer del otro no es mas que lo que nosotros queremos conocer, o lo que imaginamos que es el otro...

2 comentarios:

anna dijo...

Hola amiga, cuantas veces y me hago estas mismas preguntas, pero nunca encuentra la respuesta. Pero tambien tengo que ser sincera y decirte que hasta yo tampoco puedo ser sincera conmigo misma porque a cada paso que doy no se cual va ser mi reaccion, pues por ello tampoco puedo pedir el 100% de los demas de sus verdaderas intenciones. Por eso desde hace unos dias he llegado a la conclusion que si quiero ser un poco solo un poco feliz debo dejar marchar ese fantasma que me ha atormentado durante mucho tiempo. El de la sinceridad humana y volar....

Un abrazo me gusto mucho tu blog

Clementine dijo...

Te agrego para leerte más de cerca :)
El gran Joaquin Sabina siempre tiene las palabras adecuadas, donde se venderán esas pastillas de las que habla...

un besazo :*