miércoles, 6 de mayo de 2009

aquellas pequeñas cosas...


Estuvo todo planeado desde un principio…a la salida del medico pararía por un kiosco de diarios y revistas (porque los que los atienden suelen ser personas muy amables y ubicadas) y preguntaría a cuantas cuadras queda la estación Florida del tren; esa que supe ver transformarse desde fines del año pasado, de un simple espacio con pasto, a un paseo muy pintoresco con su respectiva fuente de agua, caminitos de canto rodado naranja, pasto muy prolijamente cortado y hasta un sector reservado para los canes. Desde la ventanilla del tren envidiaba ver a la gente descansar en sus amplios bancos bajo el rayo (ahora indefenso) del sol.
El plan salió a la perfección. La señora del kiosco de diarios muy simpáticamente me indico las 12 cuadras que me separaban de mi destino. Caminarlas fue un tramite en realidad, entre mensajitos de texto, alguna que otra vidriera con ropa en liquidación, y una mama que caminaba regreso del jardín con su hija de (calculo yo) 5 años, las cuales me sacaron mas de una sonrisa producto de su tierno dialogo, el camino se hizo breve. Al ingresar a la plazoleta, busqué un lugar cómodo para sentarme a leer los apuntes de la facultad que me esperaban ansiosamente en el morral. Como era de esperar, mi indecisión al elegir el lugar perfecto me llevó a ubicarme en una de esas mesitas de cemento con banquitos también de cemento. Uno pensaría: eso es un lugar perfecto? y yo respondería: No, ni un poco. Pero daba igual. Mientras leía - o hacía que leía- observaba la gente que pasaba presurosa por llegar a quién sabe dónde.
Vaya a saber una por qué causa o con que intención, una paloma (de las tantas que había por ahí) se posó en el extremo opuesto de la mesa donde me encontraba. Su ojo marrón miel se clavó en los míos y puedo jurar que parecieron minutos los segundos que nos quedamos contemplándonos. “¡Pedazo de bicho gigante y peculiar el que me mira!” pensé yo que pensaba la paloma... ¡cuanta razón tiene!, pensé después. Por un segundo imaginé a la comunidad de palomas preguntándose por qué demonios hay un montón de bichos altos con dos patas que se interponen en su vuelo, y me pregunté si alguna vez las aves desearon ser humanos para poder caminar...

mi paso por la plazoleta fue corto. Apenas completé 3 carillas de lectura, y las agujas del reloj me empujaron del banquito de cemento camino a la boletería de la estacion de tren. Como ya es costumbre, al boleto se me lo quedaron debiendo por la escasez de monedas. Una vez en el anden, permanecí inmovil bajo la calidez del rayo del sol (ese que tanto anhelaba en aquella estacion). Amo la sensacion del sol en mi cara en los dias de invierno! y tan solo por esos minutos hasta que arrivó el tren, fui feliz...

1 comentario:

anna dijo...

A veces los simples momentos que nos proporciona la vida, son los que nos hacen ser un poco mas feliz, pero en mi caso me olvido de ellos y cuando soy consciente de ello corro para recuperar esos momentos para que me den esa felicidad tantas veces olvidada. Las pequeñas cosas que tantas veces subestimamos...!!!

Un abrazo